martes, 24 de febrero de 2009

los novios del olvido.

En sala de 4, yo ya tenía tres novios y un amante. Pablito (un nene con mucha gracia q llamaba la atención de toda la sala), Leandro (el rubiecito fachero) y Matías Ordóñez (feíto pero con un sentido del humor desopilante).
No estando del todo conforme con esta situación complicada de vida, no descartaba la posibilidad de tener un back up cerca de casa (quien sabe…) y así es como noviaba también con el chico de los dúplex de enfrente; Nico Salvo. El malo del barrio.

Ya de chiquita empezaba a marcar los “futuros” rasgos que me enamorarían de un hombre. Uno cree que a los 4 años, no entiende nada. Y que son novios pura y exclusivamente para construir el núcleo de su identidad sexual. Pero no. Yo creo que todo tiene un porqué.

Con Pablito era todo mágico. Todo lo que él hacía, era copiado por el resto de los nenes de la sala. Era popular, canchero, decidido, invencible y comprador. Las nenas me lo envidiaban. Todas querían darle la manito o ser pareja si de “ponerse a dos” se trataba.. y Pablito siempre les respondía: tengo novia.
Leandro era un rubio de ojos azules cielo. Más bueno que las galletitas de gluten. Tranquilo, calladito, te miraba con convicción. Te convencía de cualquier cosa. Era inteligente. Cuando nos hacían elegir los rincones, y todos nos matábamos por ir a la casita a frotarnos debajo de la mantita roñosa esa, él se decidía por el rincón de arte. Y leía, y pintaba, y sabía escribir como 98 palabras en cursiva.
En cambio Matías Ordóñez era el nene más gracioso del mundo, feo pero un excelente humorista. Con chistes bien tontos, que me hacían suspirar como Rapunsel esperando al príncipe azul. Cuando todos pintábamos con plasticolas de color, él se las comía. Cuando los nenes peleaban por disfrazarse del “papá”, él quería hacerlo de la abuelita que sufría Alzheimer. Cuando la seño nos leía un cuento, él me contaba chistes por lo bajito detrás de cada narración. Y yo me reía a carcajadas, el diafragma se me estiraba a más no poder, y me hacía doler la panza de tanta risa.
Nico Salvo, mi amante del ‘87, era un tipo muy pero muy rudo que fue capaz de tirar a mi recién nacida hermana al medio de Beiró con el perego, solo porque conocía de mis celos hacia ella. Era malo, pero me defendía siempre. Aunque no tuviera la razón. Y por momentos no me daba ni cabida, pero algunos días me amaba.. y a mí con eso me bastaba.

Hoy, unos años después, lejos del desarrollo psico-sexual del niño de 4 años, puedo confesar que siento que el hombre perfecto es el mix de estos novios del olvido.
Porque tiene que ser canchero y comprador, que todas las chicas lo quieran tener. pero que este seguro que es mío. Tiene que ser interesante, que le guste el cine, las pelis, los libros, el teatro y que sea inteligente para convencerme con la mirada. Que tenga un lado rudo, porque todas necesitamos alguien que nos defienda, aunque no siempre tengamos razón. Y lo MÁS importante, que no pare de hacerme reir nunca, jamás. Que siempre encuentre la forma de sacarme una sonrisa. Y que me haga doler la panza, así como me hacía el feíto de Matías Ordóñez.

Muchachos, manos a la obra.

3 comentarios:

yo dijo...

definitivamente soy uno de esos tres. aunque no. pero sí. definitivamente.

G. dijo...

si sos uno de esos 4, yo me muero acá. posta.

cual vendrías a ser?

yo dijo...

te dije que no. pero sí. debo tener como 60 años más que vos. yo era leandro.