viernes, 2 de octubre de 2009

Woodstock.


En una especie de Parque Centenario en el pasado, donde el pasto era verde bien verde y el sol iluminaba con rayos brillosos, corría un día particularmente caluroso.

Gente bohemia rondaba por ahí, desplegando manteles con flores y sentándose en rondas, haciendo picnics. Había campamentos, y parecían vivir en comunidad, basándose en el amor y la paz. De lejos se podían apreciar olores tales como vainilla, copos de nieve, marihuana, y sahumerios de sándalo.

En general se veían personajes con melenas y barbas largas, uno tenía un corte al mejor estilo afro. Llevaban ropas de colores psicodélicos, remeras batik ó pantalones "pata de elefante".

Y ahí estaba yo. Completamente atónita, mirándolos de lejos. Escuchando su música confortable. Viendo como consumían LSD, anfetaminas y hasta heroína. Ellos saltaban y cantaban. Se los veía tan alegres, tan felices, tan relajados, tan despreocupados; viviendo la era del amor libre.

Obviamente sin entender de qué se trataba la escena (porque hasta ahora no tenía mucho sentido) me acerqué sin dudar. La intriga me mataba.
Al hacerlo, me sentí automáticamente en los años 60. Era perfecto. Ideal.

Estaba justo por cruzarme de frente a Jimmy Hendrix, en el mismísimo momento en que descubrí que tenía el brazo izquierdo dormido, por tenerlo enroscado arriba de la cabeza. Me quedé pensando unos segundos (porque no era lógico estar caminando por Parque Centenario en los '60 haciendo contorsionismo).

Mientras yo pensaba, Jimmy se acercaba a mi. Y no era Jimmy, era Padre.
Padre tenía un cartelito en el pecho que decía: “Padre Celu”.

Ok, algo no estaba bien, definitivamente. Entonces decidí encarar a todos los hippies, que obviamente no eran hippies.
Ahí me encontré con “Javi Office”, “Caro Casa”, “Abu”, “Nico Facu”, “Tío J. Negocio”, “Delivery Chinos”, “Juan Bariloche” y otros.

Completamente desconcertada, caí en la realidad.
¡Estos son los contactos de la agenda telefónica en mi celular! ¿Qué mierda hacen todos ellos acá? ¿Por qué tienen carteles al mejor estilo name tag colgados en el torso con su nombre? (ó peor aún, con el nombre que “yo misma” les puse para identificarlos en mi teléfono).

Y empezó a sonar Ruby Tuesday en la versión de Bossa N’ Stones. Con el brazo sin sangre circulando (que todavía pesaba mucho) lo apagué. No, no era DJ en Parque Centenario. Ni Janis Joplin. Ni hippie, ni nada.

Sonaba mi despertador y yo tenía que ir a trabajar.

Moraleja: un día la tecnología nos va a matar a todos.