miércoles, 29 de julio de 2009

A Perla y Camille.


Siempre pensé que tener amigos imaginarios era síntoma de creatividad en una criatura. En mis años de docente, tenía como favoritos a esos nenes que los podían ver. Los consideraba diferentes, extravagantes y con un futuro más divertido que el resto de sus compañeritos, quienes iban directo a ser abogados, contadores y/o médicos.

Yo no recuerdo exactamente si de chica los tuve. Padre y Madre siempre me cuentan que me encantaba estar sola, y que podía quedarme horas en la cuna sin llorar; pero nunca me hablaron de amigos imaginarios, sin embargo creo que ya existían y nunca lo comenté.

Hace tiempo existen para mí Perla y Camille. Aparecieron un viernes. Nunca supe porque son dos mujeres y no un hombre con sombrero o un monstruo abstracto. Los amigos imaginarios deberían ser raros. Tienen que ser raros. O eso se supone.

Perla y Camille salieron de mi cabeza y no tiene fecha de nacimiento, pero siento que las conozco de toda la vida. Las imagino con demasiadas características, quizás es esto lo que me hace pensar que no es algo sólo de ahora.

Son bien diferentes una de la otra, y a veces me hacen pensar que están adentro de mi cabeza con un propósito.

Perla es más señorita, tiene un collar de perlas (obvio) y el pelo con rulos.
Habla con palabras muy difíciles, que no siempre entiendo. Le gusta tomar la gaseosa natural y el otro día me confesó que si pudiera tener una mascota, tendría peces. Es formal, a veces tiene malos humores y critica mucho. Perla es la que siempre está en contra cuando se me ocurre hacer algo que no tengo que hacer se fastidia cuando estoy borracha. De hecho, no camina al lado mío cuando lo estoy. O por lo menos yo no la veo.

Camille tiene el pelo lacio y larguísimo. Le gusta fumar marihuana, y se ríe sin parar. Usa mucho violeta y grita cuando habla. Cuando me cambio para salir a algún lugar, se desespera por participar de la decisión y me hace elegir remeras escotadas. Toma vino con hielo. Come paté y tostaditas de esas que se cocinan con aceite y orégano (como las que dan de entrada en los restaurantes).
Le cayeron bien la mayoría de mis novios. Aunque siempre se tira más por los flacos que no son del todo perfectos. Le gustan los que me hicieron llorar, los que me dejaron, los que me cagaron, los que me dijeron “te llamo” y no lo hicieron.
Hace poco me dijo que si fuera real y pudiera elegir un futuro, sin dudarlo sería cantante o bailarina de hip hop.

Creo que no estoy loca. Solo las llevo conmigo. Me acompañan cuando estoy sola más que nada. Y cuando estoy "allá". No las llevo a trabajar, ni tampoco a las citas. A veces se aparecen en reuniones con amigos, mientras estudio, ó cuando pongo música muy alto y canto. Algunas noches, antes de ir a dormir, charlamos. Pero las hago desaparecer rápido. Son fáciles de persuadir, sobre todo Camille.

No me identifico con ellas, pero sigo considerando que están “acá arriba” con un propósito. Quizás G. no pueda ser G. sin una parte de Perla y otra de Camille. Me da un poco de miedo. Sobre todo por el collar de perlas.