miércoles, 25 de marzo de 2009

efectos personales postmodernos.

Dicen que la cartera de una mujer es una radiografía de su persona (o algo así).
Entonces, pensé en la posibilidad de analizar los elementos que hay en la mía en un día cualquiera; para así darme cuenta si sigo siendo normal –en la medida que puedo- o si ya me piré completamente y muté en una mina del futuro. Onda Lucero Sonico.

Me dí cuenta que lo que contiene mi cartera, fue cambiando con el pasar de los años y de las épocas. Antes, mi cartera tenía: billetera, celular, discman, llaves, agenda.
Aparentemente, cosas básicas.

Hoy en día, en mi cartera hay.

Una billetera. Sin plata, en esta era señores, yo no llevo efectivo. Llevo tarjetas de debito, crédito y otros plásticos. Documentos. Y 265 tarjetitas personales de: servicios técnicos de computadoras, de depilación, de una casa de ropa, de la ejecutiva de cuentas del banco, de recuerdo de cuando fui a Disney, del bautismo del sobrino de un ex, de una notita que un día me hizo mi mama, etc. Y hasta tengo un pedazo de pasaje de “unas” vacaciones que (se ve) añoro mucho. Y un certificado de revisación para entrar a la pileta de Parque Norte (que todavía esta vigente! como si yo fuera a ir a la pileta en otoño, nose).

Un celular. Porque me sirve para hacer anotaciones mágicas, y porque ya no da pararse en un público, o esperar a llegar a casa para llamar (hace fácil, una década que no veo un cospel y con lo que cuesta conseguir monedas hoy en día…)

Un pendrive. Porque quien sabe en que momento de la vida voy a necesitar guardar 1 gb de “loquesea”?

Un ipod con 2 gbs de música. Porque ya no se recuerdo lo que es viajar por la vida oyendo viejas peleando, o bebés llorando, o adolescentes charlando.

Un cable usb. Porque considero que siempre hay datos por transferir, o dispositivos digitales por cargar…

Un sobre de cosméticos. Porque no me pinto. Pero estoy próxima a cumplir los 26 años y siento como una especie de obligación. Entonces lo llevo conmigo everywhere, pero jamás los uso. Ni se como se utilizan (confieso)

Resaltadotes y apuntes. Porque cuando tu día esta lleno de obligaciones, lees hasta cuando esperas tu turno en la panadería donde compras esas tartas tan ricas que comes en tu hora de almuerzo. O en la parada del bondi, quien sabe. Si igual, yo ya adquirí dotes para “estudiar” en cualquier lugar.

lunes, 16 de marzo de 2009

carta al príncipe azul.


Querido Príncipe,

En realidad no te espero. A diferencia de, quizás, las otras chicas de mi edad.. yo nunca soñé con vos, ni te imaginé. Ellas te esperaban desde chiquitas o adolescentes; yo no.

De hecho, me importa poco tu llegada, pero te escribo porque se que en algún momento vas a aparecer y (como todos ellos) no vas a saber como actuar.
Te cuento como viene la mano.
Yo no llego a los 1.60 mts de altura, y me corto el pelo sola. No me gusta usar polleras, menos tacos altos y muchísimo menos maquillaje. No uso bijouterie, no tengo uñas largas, y digo bastantes malas palabras, en la mayoría de los casos, sin necesidad. Lejos de parecerme a una princesa, voy a esperarte igual.
Mi sangre es roja (es un rojo bien intenso) y no azul como la tuya. No me gusta que me beses la mano, ni que me cuelgues la campera en el perchero, ni que me acerques la silla a la mesa.. solo quiero que sepas lo que queres y que me hables con los ojos.
Quiero que te guste ver dvds, y comer picaditas con cerveza. Quiero que te guste ir al cine y chapar en las esquinas, sin que te de vergüenza. Quiero que me abraces para dormir y que me sueltes a la mitad de la noche, y que a la mañana cuando me empiezo a despertar, me abraces otra vez. Y te tiene que gustar tener sexo al levantarnos también.
No me importa tu reino, ni tu familia de alta sociedad, ni tu traje perfectamente de príncipe azul. Si estas tatuado, venís en converse y una remerita de color furioso, me voy a enamorar igual.

Tampoco necesitaba escribirte, siempre fui diferente al resto. Mientras las demás suspiraban y pensaban en tu llegada, yo me revolcaba por ahí con los bufones. Porque siempre preferí que me hagan reír a que me lleven a pasear en corcel.
La verdad, es que yo no te puedo prometer amor eterno, y tampoco te creo lo de “felices por siempre”, pero podemos conocernos.
Tengo la teoría de que Blancanieves, Bella Durmiente y Cenicienta, exageraron con tu perfección. Nadie es perfecto. Ninguno lo fue. Supongo que vos no vas a ser la excepción.